miércoles, 3 de octubre de 2012

Capítulo 16: Mereció la pena.

POV de Catherina.

 Miradas. Cientos de ojos. Y todos sobre mí. Todos atentos a cada uno de mis movimientos, de mis posibles fallos, a algún error que demostrara que se podía ser torpe con aquel peinado, pero era imposible. Cada persona envidiaba y deseaba mi pelo, todos querían ser como yo en aquel momento. Y eso me gustaba. He de admitir que la chiquilla del pelo rosa hizo un buen trabajo, uno de los mejores que he visto, por eso no me importaba que miraran mi pelo y no a mí. Porque sólo la satisfacción de saber que a todas las chicas les cabreaba verme tan fabulosa era suficiente para sacarme una sonrisa. Pero bien poco me importaban todas aquellas pijas repelentes, lo que más me apetecía en ese momento era ver la cara que se le quedaría a Illium cuando me viera con tan perfecta apariencia. ¿Sorpresa? ¿Arrepentimiento? ¿Aturdimiento? Imposible saberlo pero ansiosa por descubrirlo. Y, mira tú qué causalidad: mi primera clase era música.

 -Bien chicos, ir sentándoos en vuestros sitios e ir sacando... -pero se interrumpió en cuanto me miró. Inexpresividad total... Bueno, no era lo que me esperaba pero no estaba nada mal.
-¿Pasa algo, “pro-fe-sor”? -dije la última palabra separando las sílabas con el tono más sarcástico con el que fui capaz.
-... ¿Qué llevas en el pelo? -preguntó mirándolo con atención.
-¿Mh? No sé a qué te refieres -dije quitándole importancia pero saltando de satisfacción por dentro.
-Pues yo sí -y acto seguido se acercó a mí, dejó sus cosas encima de mi mesa y con las dos manos, me empezó a revolver todo el pelo, deshaciendo el costoso y delicado trabajo de la chica de la trenza rosa. Quitando las orquillas, soltando la flor y tirando de todos y cada uno de mis pelos, haciendo que el homicidio me pareciera de lo más normal.
-¿¡PERO QUÉ COÑO HACES?! -grité enfurecida empujándole.
-Arreglar el estropicio que tenías en eso que te adorna la cabeza hueca. ¿No es obvio? -respondió burlón.
-¡Maldito desgraciado!¡No puedes hacer eso!
-En realidad puedo, de hecho, lo acabo de hacer -dijo dándome la espalda.
-¡Eh!¡Mírame cuando te esté hablando! -repliqué tirándole del hombro.
-Para lo que tengo que ver, prefiero que me saquen los ojos.
-Habló el que se cayó al nacer y se dio con el pico de la cama.
-No soy yo el que tiene problemas de bipolaridad -contestó más cerca de mí.
-Oh, discúlpeme, señor monótono. Al parecer lo único que cuenta para ti es ser perfecto ¿no? -dije imitando su gesto y acercándome más a él.
-No hace falta ser perfecto, con no ser tú me sobra.
-¡PERO SERÁS... ! Lo último que recuerdo es estar encima de Illium intentando tirarle de su cabello azulado y escuchando las palabras: castigada después de clase.

Mereció la pena.

POV de Momo.
 Cuatro días. CUATRO DÍAS SIN SIQUIERA MASTURBARME... No pensé que sería tan duro conseguir al amor de tu vida. Comenzaba a saber lo que era el síndrome de abstinencia, a necesitar desesperadamente sentir la piel de otro ser sobre la mía, deslizándose y frotándose, creando la fricción adictiva del sexo. Empezaba a pensar que no lo lograría, que la gente normal no podía estar más de dos días sin relaciones sexuales, que era todo una broma de Takashi, pero al poco tiempo me di cuenta de que si realmente quería hacerlo con él debía aguantarme, soportar todo ésto y superarlo porque, al fin y al cabo, la recompensa sería mejor que la espera.
 …
¿No?


 POV de Takashi.

Demasiado tiempo esperando por él, ansiando su calor y su tacto, tanto, que se me había olvidado que existiera la posibilidad de conseguir hacerlo mío. Ahora que tenía esa opción, los últimos años me parecían inútiles e innecesarios, sobretodo la parte del autocontrol.
Todas aquellas veces en las que Momo se me insinuaba y provocaba, en las que tenía que aparentar indiferencia... nunca pensé que llegaría el día en que esos flirteos fueran reales, en los que no tendría que sentirme sucio por sucumbir a ellos, en que caer a sus pies no me haría igual que al resto de desgraciados que perseguían su cuerpo.
Pero aunque sabía que ya me había ganado el derecho a llamarme su amante, en lo más profundo de mi ser seguía con el temor de que pudiera ser todo una broma, de que Momo podría estar burlándose de mí, de que mis ilusiones no fueran válidas.
Pero el temor a ser dejado era aún mayor cada vez que le veía sonreír, con esa estúpida sonrisa que le hacía ver tan adorable; cada vez que se quejaba, mostrándome que en realidad aún era un niño; cada vez que se quedaba dormido en clase, asemejándose al más puro de los ángeles, cuando en realidad podría ser el hijo del pecado.
Impuse esa prueba de castidad para comprobar si era sólo una broma, el verdadero Momo no habría aguantado menos de dos horas sin tocamientos. Si de verdad aguantaba los diez días, consideraría el hecho de mostrar mis sentimientos. Aunque la única verdad era que sólo de pensar en que en tan sólo seis días podría tener a Momo entre mis brazos, era suficiente para excitarme.

 -¡Hola! -una cantarina voz interrumpió mis pensamientos. Al girarme contemplé a la chica de pelo rosado.
-Hola -respondí con una cordial sonrisa-. ¿En qué clase te ha tocado?
-Estoy en la A -contestó con una sonrisa.
-... ¿En la clase A? También es la mía, pero no te he visto... -cuestioné dubitativo.
-¿Estás en la 3-A? Vaya, yo tampoco te he visto antes... -musitó como si intentara hacer memoria.
-¿¡3-A!? ¿¡TIENES DOS AÑOS MÁS QUE YO!? -exclamé impresionado.
-Sí, jeje. Pensé que ya lo sabías. ... Entonces... ¿tú estás en primero? ...Eres muy alto para ser tan joven, ¿no te lo han dicho nunca? - “¿Y a ti no te han dicho nunca que eres extremadamente pequeña para tener la edad que tienes?”
-Sí, alguna vez lo han mencionado -respondí con una sonrisa tranquila.
-¡Ohh! Qué mono. ¿Sabes que tienes una sonrisa muy bonita? -me alagó la chica. Este comentario me extrañó, y me preocupó que pudiera estar malentendiendo las cosas, pero en cuanto le miré a los ojos, supe que no lo decía con ninguna segunda intención.
-Gracias, eres muy amable. Si me permites, tienes unos ojos preciosos. Muy brillantes y expresivos -nunca supe si mi comentario fue acertado o no, pues en ese mismo instante, mi brazo fue rodeado por unos ajenos.
-Takashi, creo que tenemos que irnos ya -dijo (casi ordenó) la dulce y enfurruñada voz de Momo.
-¿Tú crees? Tan sólo son y cinco -pero tras recibir una mirada asesina, supe que no era tiempo para bromas.
-Sí, lo creo.
-Entonces supongo que nos vamos ya. Adiós.... eh....
-Ojigagua. Aunque puedes llamarme Mesu -me ayudó la chica.
-De acuerdo Mesu-sempai.
 -¡Adiós Takashi! ¡Y adiós a ti también Momo-chan! -se despidió la chica sin saber que con esas mismas palabras le acababa de declarar inconscientemente la guerra a mi amada lapa.
-¿Me sueltas ya o piensas seguir así todo el día? -pregunté inexpresivo deshaciendo el agarre de mi brazo recibiendo un mohín como respuesta.
-Deja de hacer el tonto, tenemos que ir a clase ¿no? -continué mientras me encaminaba al siguiente aula, pero al no escuchar pasos detrás de mí me extrañé, y descubrí a un Momo cabizbajo plantado en el mismo lugar en el que le había dejado.
-¿Qué pasa? -pregunté sin obtener respuesta.- Deja de hacer el tonto, vamos a llegar tarde de verdad -dije acercándome perdiendo la poca paciencia que me quedaba. Pero cuando lo vi más de cerca, observé como sus ojos llorosos intentaban contener las lágrimas, frunciendo el ceño y mordiéndose los labios para evitar que ninguna de aquellas gotas rodara por su mejilla.
-¿...Momo? -mi voz pareció sacarlo de sus pensamientos, y levantando la cabeza, esbozó una estúpida y despreocupada sonrisa.
-¿Si? Perdón, estaba pensando en otra cosa -dijo bajando inmediatamente la cabeza para ocultar sus lágrimas sin éxito-. Vamos, llegamos tarde -continuó cogiendo el camino que antes había trazado yo.
 Pero él no podía engañarme tan fácilmente.
-¿Qué pasa? -pregunté cogiéndole del brazo y volteándolo, provocando que a sus ojos les costara más mantenerse secos.
-N-nada, no me pasa... -una lágrima-... n-na... -dos lágrimas-...da -tres.

Tres lágrimas, como tres puñales en mi pecho, desgarrando con la tristeza de su portador.
Podía esperar por él aún sabiendo que ya era mío, pero no podía verle sufrir en silencio. Era mío, y nadie podía dañar lo que era mío, ni siquiera yo mismo.
Olvidando los horarios, el autocontrol y la falsa fachada de indiferencia que cubría mi rostro cuando él estaba cerca, le agarré de la corbata y tiré de ella hasta que nuestras bocas se unieron.
Momo reprimió un jadeo de sorpresa contra mis labios, mirándome con ojos confusos, aún húmedos pero limpios de tristeza. Cuando comprendió lo que estaba pasando, selló sus párpados y se agarró a mi cuello con desesperación, mientras yo pasaba una mano por su cintura para elevarlo y tirar más de la corbata.
Mordí su labio inferior pidiendo permiso, que me fue concedido inmediatamente y entonces hundí mi lengua en el interior de su boca, despertando su deseo y su primitiva naturaleza animal. Presioné más su cintura, aproximándolo más a mí y enzarzando nuestras lenguas en una pelea por el control del beso, pelea que terminó pronto, declarándome como el vencedor y a él en el sumiso obediente que gimoteaba, sollozaba y rogaba por mi atención. Succioné su lengua mientras la mordía y la lamía, incitándola a atravesar el umbral de nuestros labios y a recorrer mi cavidad bucal.
Cuando comenzó a hiperventilar por la falta de aire, deshice el contacto dejando nuestras bocas unidas únicamente por un fino y transparente hilo de saliva.
Se apoyó en mi pecho agarrándose a mi jersey como si le costara mantenerse en pie, intentando volver a regular su respiración y controlar su ya avanzada erección.

 -¿Ya estás así? -pregunté molestando su parte íntima con mi rodilla.
-¡Ah!... es tu culpa... -musitó escondiendo la cabeza en mi hombro, haciendo lo que más acostumbrado estaba a hacer: seducir. Hundió sus dientes en mi cuello, succionando y lamiendo cada porción de piel que encontraba y recorriendo con las manos toda mi espalda, acariciándola y pidiendo por más. Él era Momo, era mi Momo, acostumbrado a provocar a las personas, a que la gente sucumbiera a sus encantos sin oponer resistencia. Pero yo llevaba aguantando sus provocaciones durante demasiados años como para que me afectaran ahora.
Le separé de mí y lo llevé hasta una clase vacía, cerré por dentro y lo senté en una mesa.

-Ahora me vas a explicar qué demonios te pasaba antes -al oír estas palabras, olvidó completamente el deseo carnal que oprimía su entrepierna-. Como no lo hagas te dejaré sin sexo durante seis meses -ante esto me miró horrorizado-. Sabes que lo haré.
Se lo pensó un momento, pero después habló.
-Yo para ti... realmente no soy nadie especial -dijo con la cabeza gacha.
-¿Qué demonios significa eso? -pregunté confuso y ligeramente ofendido.
-A mí... nunca me abrazas... ni me dices cosas bonitas. Ni siquiera me sonríes. Sólo me regañas y me dices que soy un ramero sin remedio. Y aunque tienes toda la razón... hip... creía que a pesar de todo eso podrías quererme pero...... ¡ya veo que incluso la chica nueva te importa más que yo! -ahora lloraba desconsoladamente ocultándose la cara con las manos y jadeando sin parar.
-Eh, eh. ¿de dónde has sacado todo eso?
-¡De ti mismo! -gritó levantando la cabeza-. Nunca me tomas en serio cuando te digo que te quiero, ya no sé que hacer para que me creas. Nunca me tocas y si lo haces es porque no paro de perseguirte. Prestas más atención a los demás que a mí, y eres amable con todos excepto conmigo.... Pensé que algún día me dirías... que mi amor era correspondido...

Estúpido. Tan rematadamente estúpido que llegué a dudar si podía existir alguien tan lindo en el mundo. Con su medio puchero, los ojos brillantes y tristes y las manos nerviosas retorciendo y arrugando el extremo de su camisa. Era tan endemoniadamente adorable que las ganas irracionales de abrazarle y no soltarle nunca controlaron mi mente.
 Le estreché entre mis brazos, hundiendo su cabeza en mi hombro y la mía en el ajeno, pues mi felicidad al escucharle decir que sentía celos de las demás personas por el simple hecho de hablar con ellas, me hacía extremadamente dichoso, sabiendo que era mío, que podía estar tranquilo. Él era mío.

 -¿...Takashi? -preguntó extrañado.
-Idiota -respondí estrechándolo aún más en mis brazos, intentando que con eso se olvidara de las estupideces que acababa de decir.
-Takashi...

POV de Momo.
 
-Takashi... -estaba conmocionado. Nunca había visto así a Takashi, y saber que era la primera persona con la que se mostraba de esa manera me hizo sentirme en el séptimo cielo. Pero tuve otra complicación... Sentir su aliento en mi cuello, sus brazos en mi cintura, su pecho tan cerca y su cuello tan desprotegido, me hizo encenderme nuevamente, a pesar de que estábamos en un momento tan “dramático”.

 -Hum -soltó Takashi-. Ya veo que Momo nunca dejará de ser Momo -dijo molestando mi entrepierna.
-¡Ah!Takashi... aquí...¡Ah! -gemí sin darme cuenta en respuesta a las insistentes caricias que cubrían mi endurecido miembro.
-Creo que he sido muy duro contigo. No puedo ponerte un reto tan duro la primera vez -decía mientras ejercía aún más presión-. Porque sé que no lo aguantarás... -susurró en mi oído-... y yo tampoco...

Entonces mordió mi sensible lóbulo, provocando que mis gemidos llenaran la habitación y despertaran sin yo saberlo una erección en Takashi, que siguió lamiendo y torturando mi oído, sin saber siquiera que había encontrado la parte más receptiva y erótica de mi cuerpo.

 -T-takashi, para...¡Ahhh!... por favor....nnh... no lo...mmh...toques … ¡más! -“¡para, para, para, para pero no te detengas!” pedía mi mente.

 Quería que me dejara en paz pero sabía que cada vez que abriera la boca, ésta dejaría escapar nuevamente los gemidos que se formaban en mi garganta.

-¿Por qué debería? -dijo hincando esta vez los dientes en mi cuello, succionando y saboreando mi carne de una manera que sabría después dejaría marca- Mírate, parece que te vayas a desmayar de un momento a otro.

No necesitaba que me lo dijera para saberlo; sentía mis huesos desfallecer, mis músculos se habían convertido en gelatina y la única parte que parecía seguir con fuerzas en mi cuerpo era mi intimidad, que se levantaba orgullosa contra la tela de mi pantalón.
Entonces levanté la vista, y la vergüenza desgarró mis entrañas, al observar como la mirada posesiva, lujuriosa y depredadora de Takashi recorría mi cuerpo, marcando mentalmente el recorrido que seguirían sus acciones sobre mi piel, incitándola a perderse en el placer.
Esperaba, pero no pasaba nada. Le esperaba, pero no hacía nada. Y de la espera comencé a ponerme nervioso y cada vez más avergonzado, como si fuera un virgen en su primera vez, y eso me molestaba.
Le miré rogando con los ojos, pero al ver que éstos únicamente me devoraban con deseo, comencé a sentir un nudo en el estómago.
No me estaba tocando, pero su mirada cada vez me provocaba más y más, e hizo que mis ojos se humedecieran de nuevo por los nervios, la espera contenida y el deseo que hormigueaba en mi vientre.

Takashi, TÓCAME YA.

 -T-takashi... ¿q-qué pasa...? -pregunté con una voz mucho más débil que de costumbre, haciendo que una sonrisa cruel se dibujara en su rostro.
-Llevo tanto tiempo esperando ésto que estoy pensando la mejor manera de poder “comerte” -estas palabras hicieron que un sonrojo cubriera no solo mi cara, sino todo mi cuerpo.
-Y al parecer -dijo poniendo su cara al nivel de la mía-, te encanta que te mire, ¿no es así, pequeño lujurioso? -y como toque final, perfiló el contorno de mi oreja con su lengua, raspando levemente con sus dientes la piel sensible y caliente en la que se había convertido mi cuerpo entero. Separó ligeramente su cabeza, lo suficiente como para que nuestros labios se encontraran a escasos centímetros de rozarse. Agarró mi mentón con su mano, haciendo que esos centímetros cada vez fueran menos, y cada vez menos, hasta que...

 RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING

 Nos separó la estúpida y ridícula campana que indicaba el principio de la siguiente clase. Conocía a Takashi, no llegaría tarde, lo que significaba que ahora tendría que irme corriendo al baño y aliviarme yo solo para después volver a clase.
Cabizbajo y apenado, me separé de él con una sonrisa triste en los labios, con el único pensamiento en mente de si alguna vez podría perderme de verdad en su cuerpo. Me levanté del pupitre en el que me había sentado Takashi y me dirigí a la puerta, pero cuando mi mano estaba a escasos milímetros de la puerta, otra mano me detuvo por detrás.

 -¿Q-qué...? -pero mis labios fueron silenciados por otros suaves y cálidos, y mi lengua atrapada en otra ajena que la degustaba lenta y ferozmente en un beso tan intenso que hizo que finos hilos de saliva se escurrieran por mi barbilla. Paralizado por el placer, no me di cuenta de que mi cuerpo había sido atrapado contra la pared, de una manera brusca pero nada dolorosa.
-¿De verdad crees que voy a dejar que te vayas después de encenderme de esta manera? -musitó contra mis labios con una voz seria y ronca.
-P-pero... la clase... ¡Ah! -solté al sentir como una de sus manos volvía a colarse por mi camisa, acariciando la longitud de mi pecho con parsimonia, provocándonos nuevamente a los dos- Llegarás tarde... Ah...
-Tsk. ¿Crees que eso me importa ahora? -musitó divertido y demandante contra mi oído, colando una mano por mi pantalón en una caricia tortuosa y placentera que me hizo gemir como una maldita e inexperta virgen.
-¡AAH! ¡Ah! ¡Takashi! -grité aferrándome a su cuello hundiendo la cabeza en el hueco de su hombro, incitando la desnuda piel con besos y saliva, degustándolo con una pasión animal y necesitada.
-Hn... Momo... -gruñó en mi cuello, a la vez que detuvo sus caricias en mi entrepierna recibiendo un quejido por mi parte pero que rápidamente fue sustituido por un gemido, pues esta vez su mano se encontraba en contacto directo con mi miembro, por dentro de los calzoncillos ahora húmedos por la excitación contenida.  

“Ya está bien de hacerte el virgen, ataca. Por Dios.... ¡Eres Momo Kobayashi! Nunca reaccionarías así ante tan poca estimulación.” Me gritó algún lugar de mi mente.

Pero.... es que..... es Takashi.... Takashi me está tocando, por voluntad propia y además, está tan excitado como yo ¿cómo no voy a ponerme así? Respondí a la nada de mi cabeza.  

“Precisamente porque es él, demuéstrale lo que se ha estado perdiendo todos estos años.”

Aquella vocecilla en mi cabeza tenía razón. Llevaba años sustituyendo la cara de mis amantes por la de Takashi, y ahora era mi oportunidad, le demostraría lo que era capaz de hacer.

 Olvidando la vergüenza y los nervios que me producían los ojos de Takashi, le agarré de la nuca y con un movimiento brusco, fundí nuestras bocas en una nueva pelea de pasión y fuego, solo que esta vez, yo era más consciente de lo que hacía. Aprovechando su desconcierto por mi acción, colé mi otra mano por su pantalón, hasta llegar a su miembro, con lo que solté un ligero suspiro por la sorpresa de que Takashi ya estuviera tan duro, mojado y, en resumen, excitado. Pero esto no me detuvo, al contrario, sino que me encendió aún más, ordenando a mi mente que cerrase mi mano en torno a ese trozo de carne que tantas noches me había hecho jadear en sueños, comenzando un vaivén automático que se acompasó al suyo.
 Me separé inconscientemente de su boca, pues el aire empezaba a ser vital, pero como protesta, Takashi hincó los dientes en mi mejilla, recordando el mordisco que me había dado tiempo atrás como advertencia, excitándome aún más de lo que ya estaba (si es que eso era posible) y provocándome que quisiera devolverle la excitación a él también. Así que recordé lo que semanas antes me había dicho Yumiko-chan:  

“Aún recuerdo lo cachondo que se ponía Takashi cuando le mordía el cuello, y si te digo la verdad, era lo que más le ponía del mundo, ¿te lo puedes creer?”

Sonreí interiormente.
 Abrí los ojos (si saber en qué momento los había cerrado) y localicé mi objetivo: el cuello sudoroso y ruborizado de Takashi, se abría para mis ojos y, sin dudarlo, acerqué mi boca a él, dejando escapar un suspiro justo sobre la piel antes de realizar mi movimiento, causando un pequeño temblor en Takashi.

-Momo.... ¿qué vas a...? -preguntó un poco temeroso, pues al parecer había adivinado mis intenciones, y sin darle tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo, posé mis labios sobre la caliente y exuberante carne que cubría el cuello de mi pareja, causando que un sonoro y placentero gruñido saliese de la boca de Takashi, haciendo que la piel debajo de mis labios vibrara ligeramente. Yo, sin intención de detenerme, añadí la lengua y los dientes a ese pasional beso, devorando por completo los tendones que se marcaban en su cuello, mordisqueándolos y lamiéndolos como si de dulces se trataran, intentando exprimir al máximo su sabor. Pues Takashi olía a serenidad y picardía, pero sabía a pasión y lujuria, a un deseo animal que se extendía por mi cuerpo con cada lametón que le proporcionaba, moldándome más a su cuerpo.

De pronto tuve un pequeño temor que me fue afirmado en cuanto presté más atención a mi parte baja: estaba a punto de venirme. Y a juzgar por el estado de Takashi, él también.

-T-takashi... ¡Ah!-musité muy a mi pesar, pues tuve que separarme de su cuello-... me...haaa.... me voy a venir ya....
-Hnn... Yo también -susurró girando su cabeza y mirándome a los ojos. Pero acto seguido me arrepentí de que lo hiciera, pues solo con observar la manera en que su rostro se ruborizaba, sus ojos me atravesaban, sus labios me incitaban y su expresión en general, representaba el más puro estado del éxtasis, fueron suficientes para que llegara al clímax.

-¡Aaaaaahh....! -gemí, pero Takashi silenció el resto del jadeo con sus propios labios, para que él fuese el único que pudiera escucharlo. Segundos después, sentí cómo ahogaba un gruñido en su garganta y mi mano se humedecía considerablemente.

Liberado de un orgasmo de tales magnitudes, perdí las fuerzas, y casi me derrumbé en sus brazos, obligándonos a ponernos de rodillas, regulando nuestra respiración y recuperándonos de tantas sensaciones juntas. Inconscientemente hundí mi cara en su cuello, dejándola allí, inspirando su aroma hasta que sentí una pequeña risa en mi oído.

-¿Takashi? ¿De qué te ríes? -pregunté temeroso de que se hubiera burlado de mí. -No es nada -respondió con su habitual tono sereno.
-No, dímelo -demandé como un niño pequeño, a lo que este respondió con otra pequeña risa.
- ¡Takashi!
-Está bien -dijo mirándome directamente a los ojos, causándome un pequeño escalofrío (tantos años buscando esa mirada, sin saber lo electrizante que podía llegar a ser).
-Sólo pensaba -continuó-, en que Momo, realmente, siempre seguirá siendo Momo.
-¿¡Qué quieres decir con eso?! -pregunté ruborizado pero enfadado, mientras él rompía a carcajadas.


 POV de Takashi.
Aquello era cierto. Momo nunca dejaría de ser Momo, y aquello me ponía extremadamente feliz. Además, hacía mucho tiempo que no recordaba la última vez que la simple voz de mi pareja me había hecho sonreír. Tanto era eso, que me hacía preguntarme si únicamente Momo había sido capaz de hacerlo, el mismo adorable ramero que en esos mismos instantes se acurrucaba contra mi pecho con un puchero en los labios y una sonrisa en la mirada, la misma sonrisa que oprimía ahora mi corazón.

Haberle admitido en mi vida realmente mereció la pena.
Y nunca dejaría de merecerla.